La tarde del día anterior fui seducido a través de Whatsapp por una supuesta reclutadora con un trabajo remoto para el cual solo tenía que descargar las apps Telegram y TikTok. Su foto de perfil era una linda mujer como relleno de marco en venta. Como cualquier semejante, supe que era un intento de estafa pero por el ocio con que me regocijo últimamente, decidí aceptar y jugar hasta que sonara alguna alarma.
Después de confirmarle a la reclutadora que había instalado ambas apps, se presentó otro actor con nombre y foto falso por Telegram: Soy tu recepcionista exclusiva Isabella. Luego me envió algo de descripción y reglas del trabajo. Me agregó a un chat llamado “Lanzamiento de la misión” que registraba alrededor de 4500 miembros y en que cada veinte minutos enviaba un video de TikTok al que había que hacerle “me gusta” y enviar un pantallazo a tu recepcionista para acumular una recompensa.
Esa tarde recibí un depósito de 3500 colones por los cuatro pantallazos que envié y me dormí pensando que había encontrado un entretenido trabajo que no interferiría con mi hábito de ver películas por cable. Sin embargo, las reglas decían que además de esas misiones TikTok, quien no completara las cuatro “tareas comerciales” diarias, no podía optar para ser un empleado regular, que obtendría una recompensa menor por cada video y podría ser despedido. Y por más estúpido que te parezca, me obsesioné también con la falacia de recibir un gran bono de cien mil colones por completar cada misión diaria.
Las formas de escribir de estos estafadores sugerían tanto a ticos como a españoles. Unos te vosean y otros hablan de “vosotros”. Esa debió de haber sido la primera alarma, pero no la escuché. Al día siguiente, después de comprobar que recibía pequeñas recompensas por mis pantallazos dando likes a esos videos llegó la primera “mision comercial”. Si la omitía, se habría reducido mi compensación por cada tarea TikToc y yo ya no sería elegible como empleado regular. Sin lealtad a mi verdadero trabajo, sucumbí. Deseaba que este también fuera real.
La primera “misión comercial” consistía en invertir un bajo monto de colones en el intercambio de criptomonedas y recibirlo casi inmediatamente con el 30 porciento de ganancia. Era guiado por otro cómplice que me daba instrucciones que parecían muy profesionales y ahora no puedo creer que yo haya seguido adelante sin haber recibido el propio entrenamiento que algo así requería. "¡El mundo está cambiando tan rápidamente!"... y todo eso. Creo que fue ese el razonamiento que me traicionó pero aún así obtuve la recompensa tal y cual prometieron.
La segunda "misión comercial" iniciaba con el doble del monto para recibir un depósito proporcionalmente mayor, Esta vez la dinámica era en grupo y el guía me unió a un chat con tres supuestos participantes como yo y todos teníamos que seguir las mismas instrucciones. Mientras esperábamos alguna siguiente instrucción, ellos hablaban de cuánto tiempo llevaban haciendo eso y trataban de hacerte sentir más cómodo.
Pero en la tercera, después de constatar mis recompensas por las misiones anteriores, caí en la trampa. En las instrucciones del guía resultaba muy fácil incurrir en un error. Son estafadores bien preparados. Cometí un eminente error en mi falsa tarea y para que todos los participantes del grupo pudiéramos recuperar nuestra inversión, debíamos hacer un depósito mucho mayor.
Gracias al límite en transferencias diarias de mi banca en línea no me vaciaron la cuenta cuando traté de enviarles mi dinero por SINPE para enmendar mi error de principiante que afectaba también a mis "compañeros". Después de que mi papá y mi hermano trataran de hacerme entrar en razón cuando se negaron a participar, me quedé solo y sin opciones. De pronto, con trago en mano y cabeza fría, fue como si se deshiciera el hechizo en que había caído.
Los pillos dijeron que al día siguiente aún podía arreglarse el asunto pero yo ya había entendido que si hacía esa transferencia, habría perdido más del doble de lo que pagué por el juego. A las nueve de la mañana me volvieron a contactar y yo solo les dije que no iba a invertir más dinero aunque fuera la única manera de recuperar mi saldo. No los confronté porque también lo medité... Sabían quién soy y yo no sé de qué más son capaces de hacer.