El pasado miércoles me quedé viendo el programa Esta Semana cuando al pasar por canal 13 tenía la palabra uno de los invitados, don Alberto Cañas, quien en ese momento lamentaba la desigualdad que observaba en la sociedad costarricense actual. Bajo la conducción de Allan Trigueros, muy pronto advertí que el motivo de esta edición era la urgencia de soluciones para un país al borde del precipicio, que no va a ninguna parte y donde nadie quiere actuar (excepto en las redes sociales, agregaría yo).
Cuando Erick Lonis, también invitado, le preguntó a don Alberto que por qué era tan difícil tener gente capaz al frente de las instituciones públicas, sin titubear le respondió que porque las personas capaces no querían estar ahí. Explicó que existen malas leyes que las ahuyentan desde antes de asumir estos puestos y que ni para qué desempeñarlos, si podían mandarlas injustamente en la carcel.
El periodista de Canal 7, Rodolfo González, por su parte, insitía en que para él el principal problema que debía atenderse en Costa Rica era la deserción escolar, contra la cual había que actuar ahora para verla desaparecer dentro de veinte años, cuando de pronto don Alberto empezó a remembrar el heroísmo de los gobiernos de facto del siglo pasado que en pocos meses dijo que lograron solucionar los mayores males de los que adolecía Costa Rica en sus respectivos momentos.
Aún así me emocionó el golpe de estado que firmemente propuso don Alberto, en contra del cual solamente brincó Rodolfo González, mientras que los otros dos invitados y el mismo conductor del programa parecieron reconocerlo como la única solución concreta planteada en el debate, secundándola finalmente con la interrogante de quién podría asumir entonces el poder y enfatizando la condición de que el virtual gobierno de facto debía entregarlo después de dos meses.