Quién quiere ser millonario

Estuvo bastante simpática la edición de esta semana de Quién quiere ser millonario dedicada a los niños. La dinámica que uno espera de un programa así, donde se sucedan las preguntas y las respuestas de los concursantes fluidamente, transcurrió con naturalidad, sin alardes de pericia de los concursantes y sin más teatro de la cuenta, y me pareció que hasta los productores gozaron de más tiempo para comerciales, aún completando la participación de sus dos invitados de rigor al final de la hora.

El primer carajillo, Juan Pablo, incluso puso en evidencia el exceso de reverencia en que a veces incurre el conductor Ignasio Santos cuando este exclamó su usual "Es un inmenso placer tenerte esta noche con nosotros", y él, probablemente muy concentrado en el juego, salió del paso con algo así como "Ah bueno".

Tan inteligentes y aplicados eran estos estudiantes de sexto grado, que ambos resolvieron preguntas en las que muchos adultos comunes habríamos fracasado. La pregunta que puso en aprietos a Juan Pablo fue: ¿En cuál administración se declaró la carreta símbolo nacional? Tenía aún todos los comodines a su disposición, y escogió primero la llamada telefónica. Una amiga suya, mayor, no pudo responder, y entonces, extrañamente decidió usar el 50/50, o sea, que se eliminaran dos opciones incorrectas, sin tener aún inclinación por alguna de las cuatro. Quedó entonces la solución entre las administraciones de Arias y la de Figueres, y aún sin criterio ni para especular, quiso usar el comodín del sondeo llamado El público opina. Pero por más que solicitó el niño que votaran solo los que estuvieran completamente seguros, todos aquellos chiquillos de la audiencia no se aguantaron las ganas de batear y entonces ocurrió lo que, como apuntó el mismo Santos, nunca antes había pasado: la opinión del público se dividió por partes iguales entre las alternativas, y a Juan Pablo no le quedó más que consumir su último recurso, y por confiar en la respuesta de una compañera suya que se ofreció entre el público - El público habla - se embarcó, y en lugar de llegar a los 7 millones y medio, retrocedió a la zona segura de 3 millones.

El segundo participante, Leonardo, había llegado a los 3 millones con solo dos comodines por utilizar, cuando le pusieron una fea: ¿Cuál es el instrumento para medir la humedad del ambiente? Aunque quizás sea muy fácil encontrar la respuesta correcta en internet, este chamaco escogió llamar a un señor que no sonaba muy joven, al cual apenas le dio tiempo para articular una sílaba incierta antes de que vencieran los 30 segundos reglamentarios y se cortara la llamada de auxilio.

Nuevamente, el último comodín era El público habla, y otra vez se puso de pie casi todo el infantil auditorio aduciendo conocer la respuesta. Tal como Juan Pablo, Leonardo eligió a un amigo, el cual no titubeó para decir una de las cuatro opciones. Entonces Ignasio Santos le preguntó que por qué esa respuesta, y yo me destapé de la risa cuando respondió que esa era la única opción que empezaba con "A" y que eso era lo que él había escuchado decir al señor de la llamada antes de que se le cortara.

Y al fin y al cabo, como estaba en la zona segura de los 3 millones, Leo decidió confiar en la astucia de su amigo, que desafortunadamente esta vez no pegó.