Ayer en la tarde quise concentrarme en un reportaje de NC11 sobre el daño que le hacen a nuestras mascotas los fuegos artificiales, que pupulan el fin de año, tema que de pronto atrajo mi atención.
En casa de mis padres, nido que dejé hace apenas año y medio, vive una perrita que les tiene pavor a las bombetas y se sale de sí por más lejos que exploten y por más cerca que esté uno de ella. El peor episodio que recuerdo de su padecimiento es de una noche de diciembre en que me resigné a salir al bar en medio del bombardeo y al abrir el portón, ella salió despavorida, y yo detrás - Dios mío, si se me pierde... cómo me perdonará mi tata?.
Por suerte, a media cuadra había un carro estacionado con la puerta trasera abiera a través de la cual Luna, la perrita, se lanzó buscando refugio, y les agradezco mucho a mis vecinos de entonces, que justo se estaban bajando, por la simpatía con que reaccionaron a la situación y por haberme permitido alzar a la pobre, llevarla a casa y retomar mi destino en paz.
Quise ver el documental de NC11 aún en la edición estelar, donde adelantaron que un experto aconsejaría cómo ayudar a las mascotas a sobrellevar el trauma de nuestras estúpidas detonaciones de pólvora, pero no pude porque, de fondo, se les ocurrió a los editores poner angustiantes ladridos de perros que angustiaron a mi cachorro y tuve que cambiar de canal ambas veces porque sus ladridos me impedían escuchar las declaraciones y no descarto que angustiaran también a los vecinos.